
Mi obra nace de una búsqueda espiritual y de la necesidad de exteriorizar lo que late en mi interior.
Pinto, esculpo e intervengo objetos como si cada pieza fuera una página de un diario íntimo, donde las texturas, los materiales y los colores se convierten en huellas de emociones y procesos vitales. Trabajo con materiales convencionales y no convencionales —vidrios fragmentados, gasas, óxidos, textiles, papeles— y los combino con diversas técnicas para construir un lenguaje simbólico propio.
Desde mis años de estudiante de artes visuales el corazón estuvo presente en mis obras, y hoy Latidos se convirtió en el núcleo de esa exploración. Allí elijo representarlo en su forma real, con pliegues, relieves y cicatrices, como metáfora del sentir y de la memoria afectiva.
Cada escultura refleja mi manera de vivir con intensidad: son fragmentos de experiencias, relatos matéricos que invitan al espectador a detenerse, tocar y reconocerse en lo visceral y lo vulnerable.
